27 junio 2012

"Día Internacional de las Personas Sordociegas"



27 de junio. Día Internacional de las Personas sordociegas.

¿Qué es la sordoceguera? ¿Habéis oído hablar alguna vez de Hellen Keller?



Si tomamos el término, así tal cual, parece ser la unión de sordera y de ceguera. Para entenderlo fácilmente sería una combinación de dos discapacidades distintas: la visual y la auditiva.
Imaginad por un momento a una persona ciega o con discapacidad visual que también es sorda o con algún tipo de discapacidad auditiva, razones de peso que no le permiten comunicarse normalmente, ni como una persona sorda, ni como una persona ciega. Es difícil imaginar esto ¿verdad?

¿Quién de nosotros podría comprender, desde nuestra posición personal, un mundo sin imágenes y sin sonidos; sin luces y sin música y sin colores… y con todos esos “sin”, juntos sobre una misma persona? ¿Cómo comunicar  el dolor, la alegría, la rabia, el amor…?

Por difícil que resulte de imaginar, es una realidad. La imposibilidad para comunicarse con las demás personas y con el entorno, es lo que caracteriza a las personas con sordoceguera.

Las personas sordociegas tienen unas necesidades particulares distintas de las de las personas con una sola discapacidad sensorial. Por ejemplo, las personas sordas o hipoacúsicas pueden leer los labios, pueden aprender a vocalizar, y se pueden comunicar fluidamente en lengua de signos. Asimismo las personas ciegas pueden comunicarse oralmente con normalidad.
Las personas sordociegas pueden tener un resto visual, pero no es suficiente para comunicarse como si fueran sordas. O pueden conservar un resto auditivo, pero no es suficiente para que se comuniquen oralmente como si fueran ciegas. ¿Cómo se comunican entonces?... Con las manos.


Se estima por estadística comparativa con otros países de la Unión Europea que hay 15 personas sordociegas por cada 100.000 habitantes, lo que significaría que en España habría unas 6.000, aunque aún no hay un censo real de la población con sordoceguera. 

Hoy se ha celebrado en todo el mundo el día internacional de las personas sordociegas y esta mañana he tenido la satisfacción de asistir al acto que se ha convocado en Madrid.
Bajo el lema: “La sordoceguera descubre un sexto sentido: nuestras manos”, he conocido más de cerca esta discapacidad y he de resaltar algo que a mí me ha causado emoción y ha sido el carácter optimista, tanto del acto, como de todos los asistentes y el ánimo de seguir luchando por los derechos que les corresponden. Si hubierais visto la cantidad de sonrisas que he visto pintadas en las caras de tanta personas... estaríais pensando como yo, que el ser humano es maravilloso y capaz siempre de lo mejor.

Aún queda mucho por hacer  porque -como a todos-  la crisis golpea duro  y puede frenar proyectos. Confío en que, con personas tan luchadoras como las que había esta mañana (calurosa donde las haya), lo conseguirán… Bueno, y con un poquito del “ruido” que cada cual queramos hacer. No soy experta en el tema pero, como referencia al día que es hoy, puede valer.

PD: Si tenéis alguna vez la oportunidad, no dejéis de ver el documental "El abrazo de los peces".

Un día para recordar y para dejar de mirar tanto “nuestro propios ombligos”.




13 junio 2012

Pacto de silencio


Delia Noriega llegó a Villafranca atravesando la Cuesta de San Judas, arropada por una noche cerrada; la más oscura y fría de todas las que eran capaces de recordar los lugareños más ancianos. Arrastraba sus maltrechos pies descalzos con la mirada perdida en la negrura. Sin ropas de abrigo; apenas cubierta con unos jirones de lo que pudo ser un vestido de raso azul cielo. Las mangas tres cuartos, dejaban al descubierto unos antebrazos delgados, repletos de morados y marcas de lo que parecían dentelladas de alguna fiera. Las manos finas, menudas y amoratadas cubriendo su desnudo pecho. Los cabellos enmarañados, de un color indefinido entre ocre arcilla y sangre…

Mariano Antolín salía del Casino, como lo hacía cada noche, dejando en el suelo tres escudillas repletas de restos de pescado para los gatos. En ese momento, sus ojos se fijaron en la figura que seguía caminando como autómata sin rumbo. Le dio el alto hasta en cuatro ocasiones, sin respuesta alguna. Tomó un candil en sus manos y salió en dirección a la mujer que parecía viajar sin alma.

Se colocó frente a ella y, solo entonces, Delia detuvo su paso y pareció mirarle. Acercó el candil al rostro de la mujer y pudo observar, entre cortes ensangrentados, dolor y miedo tratando de escapar a través de los ojos más tristes que jamás vio en su larga vida. Se quitó el mandilón de rayas grises y verdes, que llevaba puesto, y lo colocó sobre los hombros de la joven. Indefensa y aterida de frío, agradeció el gesto del mandil y tendió la mano a Mariano apretándola con fuerza. Éste, hombre fuerte y curtido por los años y una vida dura, recolocó el mandil arropando el cuerpo magullado con el gran trapo, como si de un bebé se tratase. La tomó en brazos intentando aportarle, con el contacto de su cuerpo, el calor que tanto necesitaba.

Cuando Mariano regresó al Casino con la chica, acurrucada como un cachorro herido en su regazo, los vecinos se levantaron de sus alborotadas mesas de juego y enmudecieron con la estampa que se presentaba ante sus ojos. Sin mediar palabra, todos supieron qué tenían que hacer...

Luciano cogió un cazo y sirvió a la muchacha una taza de caldo bien caliente. Marcelino corrió a su casa en busca de algo de ropa, que aún guardaba, de su difunta Adela. Adrián avivó el fuego. Gervasio tomó en sus manos una palangana, que llenó de agua bien caliente, y con una esponja comenzó a lavarle los pies. Presto estuvo Manuel, cuando finalizó, para secárselos con una toalla y a continuación Roque, “El Colorao”, le untó el ungüento verde, que llevaba siempre en el bolsillo, para prevenir las quemaduras del sol. Marcelino regreso apresurado, como alma que lleva el diablo, con una gran bolsa llena hasta rebosar de ropa y calzado. Mariano, cerró con llave la puerta del Casino y cada uno de los paisanos comenzó a hacer hueco entre las mesas. Heliodoro y Roque, “El Canijo”, lanzaron una cuerda de un lado a otro del salón que fijaron con apretados nudos, en las argollas colocadas en las paredes. Una vez bien tensa, colgaron unas sábanas oscuras de franela.  
En ese pequeño habitáculo de paredes de tela, muy cerquita de la lumbre, prepararon un gran barreño de agua para que la joven pudiera asearse con privacidad. Arrastraron un gran banco de madera donde dejaron varias mudas sin estrenar, una gran toalla y todas las prendas de vestir que un día pertenecieron a Adela. 


 
Al otro lado de la estancia cubierta, los hombres aguardaban en pie, expectantes...

Una vez hubo terminado Delia apareció entre las sábanas, con el pelo aún mojado, ataviada con una falda de estampado floral y una camisa de fina seda blanca… Sus mejillas, ahora sonrosadas, y sus ojos negros miraron con agradecimiento a cada uno de los hombres. Fue suficiente gesto para darse por satisfechos. Antes de hablar, retrocedió unos pasos y arrojó al fuego los restos de lo que alguna vez pudo haber sido un vestido de raso azul cielo y respiró aliviada. Se acomodó en una silla, cerca del fuego, y se atrevió a romper el silencio. Narró entre lágrimas el rosario de tormentos de los que había sido objeto en los últimos tiempos… los golpes, desprecios, peleas, vejaciones,  todo el cautiverio vivido… Después el accidente y su huida… “Le dejé en el coche... está grave; muy grave… a pocos kilómetros de aquí…”

Un lazo invisible unió esa noche a todos los congregados en el Casino. Los ojos de aquellos hombres, la mayoría ancianos, aguantaron las lágrimas ante la pesadilla descrita por aquella muchacha. Ninguno pudo pronunciar palabra... aunque todos supieron lo que tenían que hacer.
Esa noche, en el Casino de Villafranca, nació un pacto mudo entre varones.

Algún tiempo después, una tarde en la que Mariano Antolín salía del Casino, como lo hacía a diario para dejar las escudillas con restos de pescado para los gatos, una pareja de la Guardia Civil se le acercó preguntándole por un coche. ¿Podría decirnos si recuerda este vehículo o a cualquiera de sus ocupantes? Mariano negó fríamente con la cabeza. El agente más joven, le mostró una foto en la que se veía un cadáver cubierto con tela oscura y atado con cuerdas al respaldo de un vehículo. “A este hombre alguien lo amordazó y arrojó con su coche por el puente del pantano...”, expuso el mayor de los dos. Mariano, continuaba negando con la cabeza a cada foto que le iban enseñando del esqueleto o del coche… 
Tan solo apretó los dientes y los puños al comprobar,  en una instantánea del detalle de la boca, que entre los dientes de aquel malnacido, había restos de lo que parecían trozos de raso azul cielo… 

¡A cenar, padre!...”- una voz femenina reclamaba la atención de Mariano.Es mi hija que me llama… sabrán disculpar... Yo no sé nada; yo no he visto nada”.  
De ese modo, el bueno de Mariano dio la espalda a los agentes mientras respondía con una enorme sonrisa al reclamo: ¡Voy Delia, ya voy…!

 

 
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