30 noviembre 2012

Pero ¿qué invento es esto?



Esta mañana me he levantado dispuesta a hacer cosas nuevas en este espacio bloggero; voluntad no me falta, pero no sé si logaré continuidad. 


La sección se titulará "Pero ¿qué invento es esto?" en homenaje a Sara Montiel. Creo que fueron sus palabras a los periodistas al salir de un juzgado de Alcobendas, cuando le pillaron casándose con un cubano y tenía apalabrada la exclusiva. 

Dudé entre este título o el de "Dientes, dientes, que eso es lo que les jo** ", protagonizado por la Pantoja. Como esta última está siendo juzgada, he sentido miedo de que, al estar falta de cash, me pueda reclamar derechos de autor por el uso de sus palabras. 


Al final, dejo la de Sara. 

La sección será el "cajón de sastre" de la administradora de este blog. Osea que meteré cualquier cosa de cualquier temática y aceptaré vuestras aportaciones, si alguien tiene algo absurdo y breve que contar. También voy a incluir mis por qués más existenciales, o no.

Quiero comenzar hablando de mi experiencia en los premios Bitácoras.com; diré que me encantó y que repetiré en el 2013. Con una participacion de 20.000 blogs no quedé mal del todo. El día de la gala de entrega de premios conocí a los creadores de dos blogs ganadores (gente que hizo la EGB, como yo, y a unos pelones que apuestan por el lema #donamédula pasa salvar vidas)... Se me saltaron las lágrimas con los segundos y tan enfrascados estábamos en la conversación que el vigilante nos tuvo que decir que era hora de cerrar. Una experiencia de 10, aunque pasé hambre porque no sirvieron ni un triste canapé... tan solo bebidas.



Actualmente estoy en otro concurso, el que convoca el periódico 20 Minutos, y en febrero asistiré a otra fiesta de entrega de premios. Le he cogido el gustillo. Poseo el espíritu olímpico: "lo importante es participar" (¡jod**! pero quiero ganar alguna vez). Así que quien quiera apuntarse está a tiempo hasta el día 3 de diciembre. Espero poder degustar alguna vianda esta vez y conocer a los que vayáis.



Algo que me quita el sueño es por qué Ruiman dió esa espantá en el programa "La Voz". Dicen que el peluquero no le atendía bien; que le ponían ropa muy fea; que le sentaban al final; que le pasó no sé qué con su cuenta de twitter... Fuere lo que fuere, estuve como una boba pegada al televisor para saber qué era lo que había pasado con él y como suele pasar en este tipo de programas de tele 5 (que no son claros) no me enteré de nada. No resuelven conflictos para volver a tener tema de conversación para cuatro o cinco programas más.



Me pregunto a diario por qué no me cae bienTerelu. Hoy he leído que a su madre le ha dado un ataque de ansiedad porque ha recibido 400 llamadas de teléfono (ojalá las hubiera tenido yo en facebook para el concurso bitácoras) y se ha sentido acosada. Bueno, eso sí que está siendo la bomba. Dicen que una web ha publicado los teléfonos de un montón de personajes famosos y famosillos y están siendo bombardeados por cientos de personas que quieren escucharles o insultarles o ¡vaya usted a saber! Yo no me gastaría ni un céntimo en llamar a tanto chipiritiflaútico.



Me gustaría saber qué ha sido de Ana, la del dúo Enrique y Ana. ¿Dónde vive? ¿Sigue cantando? ¿Se ha casado? ¿Escribe en un blog? ¿Se ha retirado a un convento? ¿Está secuestrada por Enrique del Pozo? No sé por qué, pero tengo curiosidad por esta chica desde hace mucho tiempo.




En Madrid, donde yo vivo, solo nos dejan sacar la basura reciclada para el contenedor amarillo los martes, jueves y sábado y me pregunto ¿por qué? Si ya pagamos la tasa de recogida de residuos ¿por qué solo tres días a la semana? Este tipo de envases ocupa mucho sitio en las cocinas y me cabrea esta nueva tontería absurda del ayuntamiento, máxime cuando los camiones de recogida llevan parafernalia para recoger los orgánicos y los del contenedor amarillo. 
Tontería que no ha sido la única porque hay otra más y es que los funcionarios municipales podrán revisar el contenido de las bolsas de basura para comprobar que se recicla correctamente. Si se descubre que no es así se intentará por todos los medios encontrar una pista (un recibo mal roto, un sobre, unos apuntes, adn depositado en algún recipiente de látex, un frasco de colonia... no sé) que delate al vecino infractor, sobre el que caerá un multazo de hasta 750€ . Si no se le localizare, pagará la comunidad. ¡¡Estamos todos locos o qué!!  ¿Es esto sano?



¿Por qué los gitanos rumanos del Paseo de la Castellana la tienen tomada conmigo y con mi coche? 
Se me acercan con la botella de coca-cola llena de limpiacristales. Cuando les veo aproximarse voy negando con la cabeza. Les miro a los ojos, que me han dicho que funciona eso de mirar cuando dices no. Ni p. caso. 

Empieza a echar el líquido en la luna. Con el dedo índice, de derecha a izquierda, apoyo el gesto de negación de mi cabeza y sigo mirando fíjamente a los ojos del señor rumano. También digo "no" con la boca. Me mira y me sonríe dejando entrever un dientecillo de oro. Después pasa el chisme ese y me quita el jabón... Dejo de mirarle porque sé la que se avecina. Giro la cara hacia la ventanilla contraria. Empieza a dar golpecitos en el cristal..  Le vuelvo a decir que no, y el muy capu*** me levanta los limpiaparabrisas como si fueran los pitones de un mihura saliendo a algún coso taurino. Se pone el semáforo verde y, así, con los limpias de punta (y con las risas del resto de conductores) sigo la marcha sin  bajarme del coche. Tres veces en el mismo mes... y ya no puedo más con la vida.




Hasta aquí llegamos hoy con este cajón de sastre.











 

21 noviembre 2012

Un regalo muy especial




Llueve. El otoño se ha dejado caer de repente, casi sin avisar. Paula acaba de salir de un exclusivo centro comercial, cargada de bolsas, y la lluvia le ha pillado desprevenida. Con el paso acelerado se dirige al cobijo de una cafetería. La barra del local está atestada de personas que, como ella, han buscado un refugio rápido para escapar del agua. Al fondo hay una mesita libre frente a un gran ventanal. Un camarero se le acerca para tomar nota de lo que desea, recomendándole el cappuccino de la casa. Acepta la sugerencia; está muy destemplada y le sentará bien algo caliente. El cristal de la ventana le devuelve un reflejo de su imagen algo descompuesta y diferente a la que acostumbra a mostrar. Está tan empapada que la camisa se ha adherido a su cuerpo como si de una segunda piel se tratase, insinuando a la perfección sus generosos pechos; el pelo goteando aún por su espalda, el rímel corrido y el eyeliner desdibujado… Abre su bolso del que saca un pequeño espejo redondo donde contempla, con una mueca divertida, los estragos del aguacero. Un desconocido, desde la barra, ha estado observando minuciosamente todos sus movimientos sin poder apartar los ojos de ella. Paula ha sentido esa mirada penetrante, como un escalofrío recorriendo su cuello y se ha vuelto instintivamente para comprobar la procedencia. A poco más de un metro ha encontrado al dueño de esos ojos incisivos que la estaban taladrando y, en el cruce de miradas, no ha podido evitar ruborizarse. “Dios, qué forma de mirar”, se ha dicho para sus adentros.


El camarero le ha servido un cappuccino humeante. Se dispone a tomar el primer sorbo cuando, frente a ella, el hombre le solicita permiso para sentarse a su lado. Paula asiente. Es un tipo atractivo, de unos cuarenta años, canoso en las sienes, cejas cuidadas, pestañas largas y pobladas, ojos oscuros y penetrantes que le hacen sentirse desnuda, labios gruesos y perfectamente dibujados, barba de dos días y una sonrisa muy seductora. El corazón de la mujer ha comenzado a retumbar acelerado cuando el galán, sin mediar palabra, ha acercado con ternura su mano hacia la mejilla de ella, aún sonrojada. Paula ha girado el rostro buscando con su boca un acercamiento más íntimo y en el contacto ha depositado un tímido beso en la suave mano del caballero. Este breve roce ha sido el detonante para la serie de caricias que, en los instantes siguientes, le han recorrido los labios por entero. Ni un solo milímetro de su boca ha quedado por explorar. Hubiera deseado poder abrirla y participar del juego, degustando el sabor de tan cálidos dedos pero se siente paralizada. La temperatura ha subido tanto y de manera tan súbita que su blusa ha perdido la humedad, no así ella. Vuelve a tomar la taza entre sus manos temblorosas dando otro sorbo al café, ya casi frío. Un poco de espuma se ha quedado sobre el labio de Paula; espuma que él, en un sensual gesto, recoge con la punta de su dedo llevándoselo después a su boca, donde sus jugosos labios parecen disfrutarla. Paula se siente sin fuerzas, cautivada y entregada al juego seductor de un desconocido, que le acaba de robar la voluntad.



Fuera, la lluvia ha cesado y las personas comienzan a abandonar el recinto. El hombre se levanta de la silla aproximándose despacio hacia su rostro, muy despacio, intentando hacerle saborear el deseo que ambos comparten. Lo ha visto en sus ojos; los mismos que, ante su proximidad, ella ha cerrado en espera de un desenlace apremiante. Los labios le han comenzado a besar despacio; recorriendo su cuello de manera suave, lenta, haciéndose apetecer, dibujando un largo camino hacia la boca… para terminar posados sobre los suyos en una tentativa de beso entre labios, que apenas ha sido un tímido roce. Un primer contacto, demasiado fútil para ambos, que da paso al instinto primitivo del beso con pasión, ése que invita a las sedientas lenguas a explorarse cada vez un poco más allá…

Con los ojos aún cerrados, ha tomado aire intentando llenar sus pulmones de todos los aromas que embriagan sus sentidos, humedeciendo sus labios una y otra vez, en un intento de saborear y retener de nuevo el beso. Al volver a la realidad y abrir los ojos, el desconocido de mirada penetrante ha desaparecido, dejando en ella una excitación extremadamente placentera.

Paula no sabe con certeza cuánto tiempo ha pasado sentada en ese limbo de sensaciones en el que ha estado sumida, aunque le ha parecido muy breve. Apenas queda ya nadie en la cafería. La mujer recoge sus bolsas y sale del local rumbo a su casa. Allí, le espera su marido. Hoy es su aniversario y se ha comprado lencería de ensueño, ésa que a él tanto le seduce. Presiente que este encuentro furtivo no ha sido fruto de la casualidad, y entiende que su esposo esta vez sí ha logrado sorprenderla con un regalo muy especial… 
Lo que está a punto de suceder esta noche, entre sus sábanas, no está escrito aún en ningún lugar.

 

10 noviembre 2012

Modas. Si no las sigues, eres nadie (no apto para personas sensibles)



De cuando en cuando me encanta bucear en las modas.  Me refiero a esas tendencias repetitivas de ropa, accesorios, estilos de vida o maneras de comportarse, que marcan o modifican la conducta de las personas y que son seguidas por cientos, miles o millones de personas.

No sé si lo que a continuación se va a ver tendrá muchos adeptos o no,  pero son cosas que están de actualidad y son secundadas por... unos cuantos modernos. A mí lo que me gusta tratar son las aptas, tan solo, para exquisitas minorías.



Comencemos por las escarificaciones.
Consiste en producirse cicatrices por cortes en la dermis. Pueden ser superficiales o más profundos; a gusto del moderno que se precie.


 Con un cúter y unas pinzitas se puede comenzar a trabajar.

 
Las heridas producen una costra que por lo general es de color oscuro, resultante de la muerte de tejido vivo.

 Bueno, ya no más porque -personalmente- lo encuentro algo desagradable.
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Hace ya unos meses hablé del rimmel espeso. Esta máscara da profundidad a los ojos y carga de belleza la mirada.



Si no fuera porque no es rimmel, sino patas de mosca... Argggggg!


Esta idea se le ha ocurrido a una artista, de nombre Jessica Harrison y se llama "Fly Lashes". Para los que controlen el inglés, les irán sobrando los añadidos que incluya en el texto. Para los que no, explicaré de qué va esta nueva forma de "hacer arte"...

Consiste en utilizar las patas de mosca para hacerte tus propias pestañas, adhiriéndolas al párpado con un pegamento especial. 
Aplicando un poco de zoom, lo veremos mejor:



Otra moda curiosa es ésta: The bagelhead.


 Se trata de algo inusual que está cobrando fuerza entre los jóvenes japoneses, conocida como ‘The bagelhead’, que consiste en lucir una protuberancia de agua salada inyectada en la piel.




Y aún hay más modelos de inyección... Pasen y vean que no tienen desperdicio.


Se puede presionar hasta conseguir el "efecto donut" deseado.




Preciosos, la verdad...


 Y seguimos porque si no se está a la moda no se es nadie...

Los multitaladros y multipiercing.


 
Éste de abajo me encanta: se ha hecho un agujerito para sacar la lengua por la barbilla.
 Así puede elegir la modalidad de beso (con o sin lengua). No me digáis que no es un amor.




 Y para terminar, el último grito... Tatuarse los ojos.


Este tipo de tatuajes se ha convertido en la última moda entre los amantes del arte corporal.




Parece que no se tienen en cuenta los potenciales riesgos que implican en la salud y la vista.



¡Vaya!, se ha quedado un pegotón de tinta... No pasa nada, se arregla.

Esta técnica de tatuarse los ojos, aún no ha llegado a muchos países, pero en Estados Unidos, se está extendiendo rápidamente.



 Y se pueden elegir diversas tonalidades para personalizarlo según tu propio estilo: tattoo tipo bola de billar, negro azabache o rojo sangre.






Lo mejor es verlo en directo a través de este bonito vídeo explicativo:


Hasta aquí llegamos porque he quedado empachada de tanto arte y tanta moda.

 

02 noviembre 2012

Coponieve




Mi nombre, durante años, fue Adrián Rodelco. En este momento de mi vida carezco de la necesidad de nombrar las cosas, y mucho menos a las personas. Me he convertido en un observador mudo.


Vine al mundo una fría noche de invierno, y conmigo llegaron las nieves, que tiñeron de blanco toda la comarca. Quizá fuera esa coincidencia meteorológica la que explicaría la razón de mi fascinación por los copos de nieve; las formas más puras y bellas que he sido capaz de encontrar en la naturaleza. O tal vez no. 
Mis primeros pasos transcurrieron siendo un niño hermoso, con facciones delicadas, tez clara y cabellos rojos como el fuego, que contrastaban con mis ojos negros, produciendo un efecto de atracción entre cuantos me rodeaban. Estos detalles de mi físico, que ahora me resultan lejanos y extraños, me fueron relatados en numerosas ocasiones por Analía, mi madre. Es curioso que, para referirme a ella, sí preciso utilizar su nombre.

Me contaba Analía que, siendo aún un chiquillo, anduve perdido durante días en el transcurso de una descomunal nevada. Mi padre organizó con los lugareños grandes batidas para buscarme, peinando palmo a palmo cada rincón. No tuvo descanso ni tan siquiera cuando se hacía la noche. Entonces, en grupos más pequeños y alumbrados por candiles, proseguían con el rastreo. Decía mi madre que, días más tarde, cuando las esperanzas de encontrarme con vida comenzaron a desvanecerse, regresé por mi propio pie. Aparecí de la nada, descalzo, caminando sobre una alfombra de nieve, que se resignaba a abandonar su reino. Mis cabellos, hasta entonces del color del fuego, se tornaron blancos. Esta noticia, que se calificó de misteriosa, y mi inesperado regreso corrieron como la pólvora y dieron para mucho de qué hablar. A partir de ese momento, las leyendas en torno a mi persona se multiplicaron y hubo quien se refirió a mí como el hijo del hielo o el endemoniado blanco. Pasamos de ser una familia admirada a ser rechazados por toda la comunidad. Mi padre no aguantó la presión y desapareció sin más.

Nada pude explicar de lo que sucedió durante esos días ya que, a partir de entonces, dejé de pronunciar palabra alguna. Analía murió con la certeza de que algo sorprendente debió de ocurrirme durante el tiempo que permanecí en la nieve. Nada le dije porque nada podía decir para hacerle comprender mi verdadera esencia y preferí callar para siempre.



Ahora formo parte de otra realidad y, a través de mis cristales de hielo, contemplo un mundo que no me satisface demasiado. Me gusta crearme cada vez en formas diferentes, buscando la belleza y la armonía. Cuando las temperaturas lo permiten, me dejo caer sobre las ciudades, los campos, los coches o las cosas y coloreo de blanco, por unas horas o días, su oscuro gris. Me doy por satisfecho tan solo con contemplar la felicidad dibujada en la cara de los niños cuando me ven aparecer, en marcado contraste con el gesto de enfado monumental de sus padres.









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