Miranda no había probado bocado alguno en la cena. Su
madre anduvo buscándole los ojos durante toda la velada, intentando capturar una mirada o cualquier gesto fútil, capaz de hacerle entender qué clase de angustia estaba apoderándose de su hija.
-¿No
come nada, mi amor?-... No se preocupe, todo está bien, mamá Lucía, todo está bien. Ande y
acuéstese que ya le recojo yo.
-Deje la cabecita descansar, mi niña linda, que Dios nos proveerá, dele su tiempito...
Los niños, aún pequeños para entender, han devorado la comida demasiado aprisa olvidando masticar. Si comen tan apurados, después les dolerá la barriga.
Miranda ya había tomado su
decisión. Los días previos sopesó las posibles eventualidades y los ingentes beneficios que le reportaría su viaje. Solo debía cruzar el charco...y su sueño se convertiría en realidad.
Preparó una pequeña
maleta y, con el paso callado, se despidió de los niños y de la mujer con besos cargados de esperanza. No había amanecido aún y todos dormían, por lo que la separación resultó más sencilla. Antes de salir tomó su foto preferida del portarretratos. La instantánea mostraba a dos mujeres que sonreían abrazadas, mientras unos pequeños les observaban con los ojos muy abiertos: toda su gran familia.
Horas más tarde, montada ya en un avión, observa el mundo a sus pies y muestra su mejor sonrisa al ensortijado de nubes que van a apareciendo por la ventanilla. Apenas diez horas de viaje;
una semana en destino y de vuelta a casa con un buen puñado de dólares en el
bolsillo. Merece la pena correr cualquier riesgo.
Les
habla el comandante… velocidad de crucero de 900km/h… altitud …..
En unos momentos
pasarán las azafatas ofreciéndoles un refrigerio. La tripulación atenderá
cualquiera de sus necesidades. Les deseamos un feliz vuelo.
-¿Desea tomar algo, señora?
-Podría tomar un té… Tengo la boca
seca… Es la primera vez…
-Por
supuesto, señora. ¿Azúcar? ¿leche?...
Apenas ha ingerido un pequeño sorbo del líquido y una
puñalada seca, desde el estómago, le ha recorrido todo el cuerpo.
Quizá,
si pudiera dormir un poco...
- ¿Me podría traer una
manta?... tengo frío.
- Aquí la tiene, ¿se encuentra usted bien?...
-Bien, bien, muchas gracias… Solo,
algo destemplada.
Acurrucada en su
asiento y arropada hasta las cejas retorna el dolor, esta vez con mayor intensidad…
No
debí tomar el té… Tranquila; puedo aguantarlo, creo
que puedo aguantarlo. Estoy empapada en sudor, quizá tenga fiebre… Oh!, otra
punzada… un estallido... Dios mío… ¡Qué dolor tan insoportable!... Voy a vomitar. ¡No, por
favor, no!, puedo aguantar; debo aguantar. Algo va mal. Lo más importante es mantener la
calma. Voy a ir al lavabo y me refresco un poco la cara. Eso voy a hacer…
¡Dios!, mis piernas, no las puedo mover… Estoy paralizada… Mamá Lucía, ¿qué he hecho?...
Les habla el
comandante…
Confiamos en que el
vuelo les haya resultado agradable. Vamos a proceder al aterrizaje. Abróchense
los cinturones y pongan sus asientos en posición vertical… La temperatura al
aterrizar es de 27º, un sol espléndido para una mañana que se presenta hermosa…
Disfruten de su estancia en nuestro país.
Ya hemos llegado, ¡por
fin!…
-¡Señora, señora!… ¡ya hemos
aterrizado!… Puede quitarse el cinturón… ¡señora!... ¡señora!
No hay respuesta de la pasajera. Bajo la manta, una foto arrugada entre las manos frías de un sueño truncado.